lunes, 12 de mayo de 2008

La visión del museo rodeado de militares -están aquí, por el Ministerio de Seguridad Pública situado enfrente- resulta lo bastante desalentadora como para pedirle a Nuri que sigamos el itinerario que siempre realizamos en mis últimas jornadas beirutíes. Primero el llamado Centro Ciudad, que en realidad no es sino un falso intento de sustituir lo que sí fue un núcleo urbano cosmopolita y bullicioso, el Burj -la antigua plaza de los Mártires, la vida apiñada alrededor-, cuyos zocos fueron arrasados primero por la guerra y luego por una reconstrucción codiciosa que los sustituye por centros comerciales. El Centro Ciudad es ahora un híbrido entre orientalismo y Dallas, con gotas de Disneylandia, habitado por el más puro espíritu mercantil. Esta reconstrucción y falsificación de lo que había constituido el corazón de una ciudad vivamente cosmopolita -sigue siéndolo en su decadencia: internacionalizados sus conflictos como lo fue su auge desde finales de los cincuenta hasta 1975- se realizó a lo largo de los noventa y aún no está terminada. La nueva guerra paralizó las grúas que erizan el paisaje en lo que fue la plaza de los Mártires, hoy convertida en una especie de superficie apta para todo tipo de experimentos arquitectónicos y urbanísticos, y eso incluye jardines conmemorativos y espacios retóricamente dedicados al recuerdo que en realidad ejercen de tampones para la memoria, no de exorcismo.

La amante en guerra,
Maruja Torres

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