viernes, 29 de febrero de 2008

La Nahda en la literatura árabe. 2ª parte

El puente de los siglos XIX-XX en el área "metropolitana"
Martínez Montávez, 1985: 39-52

La literatura neo-árabe entra en una nueva fase de su proceso durante la época que puede considerarse como puente entre los siglos XIX y XX. Cronológicamente, va a constituir un periodo aproximado de treinta años, pudiendo fijarse como momento apropiado para la terminación del período el primer gran conflicto mundial. Es un período en el que confluirá la actividad de tres generaciones de literatos que, en algunas facetas precisas, marcarán las auténticas cimas alcanzadas por esta clase de literatura aún fundamentalmente clásica, aunque algo evolucionada ya también, y en especial en ciertos aspectos temáticos o formales de carácter más bien secundario. En esta época, el mundo árabe se va introduciendo en la vidriosa problemática de un sistema colonialista de penetración occidental; sistema colonialista que, además, no se le presenta unificado ni homogéneo, sino inserto de por sí en el complicado juego de poderes e influencias de las diversas potencias occidentales y cuando aún ese mismo mundo árabe está, en amplia proporción, teóricamente inscrito en otra entidad político-administrativa superior: el Imperio Otomano.

La época comienza a ser de agitada y vibrante actividad mental, y si se plasma por un lado en un amplio y largo proceso de revisión y reelaboración de lo que es base fundamental de la sociedad y el libro que la define: el Corán, provoca así mismo dos importantísimos movimientos de objetivo político aunque también parcialmente enlazados a aquél:"pan-islamismo" y "pan-arabismo". Dos movimientos que aparentemente pueden parecer fácilmente asimilables, pero que no lo son.

Personaje clave en el desencadenamiento de todos estos procesos fue Ŷamāl al-Dīn al-Afgānī (1838-1897), enciclopedista y viajero incansable, tuvo una gran cantidad de discípulos. Su inquietud reformista y política es múltiple y polifacética, constitutiva, pero su base es predominantemente de índole religiosa, y éste es el núcleo primario a partir del cual se expande y se amplía. Entre sus discípulos hay que citar a Adīb Ishāq, Qāsim Amīn (1865-1908), apóstol de la emancipación de la mujer, Muhammad Rašīd Ridà (1865-1935) y, especialmente, el egipcio Šayj Muhammad ‛Abduh (1849-1905), uno de los más grandes reformadores de todo el Islam moderno cuya obra de primera época se ofrece tan ligada a la de su maestro que, con frecuencia, es empresa imposible precisar lo que a cada uno corresponde. Aunque esta proximidad de pensamiento y actuación no fuera continuada luego, y sean observables sustanciales diferencias finales entre las obras de los dos. Durante algún tiempo residieron juntos en París y publicaron una de las más importantes revistas de toda la historia árabe moderna: al-‛Urwa al-wutqà. Otra de las figuras más destacadas de todas las que se mueven entorno a al-Afgānī es el alejandrino ‛Abd-Allāh Nadīm (1845-1896). La dimensión y soporte político-sociales de su obra son sumamente importantes y constitutivos, y puede en líneas generales definirse como <> de sólida base religiosa, por lo que las connotaciones islámicas de su ideología político-social, y de sus actividades culturales y literarias, resultan fundamentales. Es autor de obra vasta y en general polémica, teñida habitualmente de agresividad, en la que quizá destaque una pieza teatral como al-Watan, en la cual los personajes emplean la lengua dialectal.

El sirio ‛Abd al-Rahmān al-Kawākibī (1849-1902) es otro de los grandes reformistas de esta época. En él la tensión política alcanza una mayor operancia, y en este terreno concreto la reflexión sobre el despotismo se impone con preeminencia, hasta en el título de una de sus obras más significativas: Tabā’i‛ al-istibdād o (Caracteres del despotismo). Además, Kawākibī propugna que los árabes vuelvan a asumir el papel rector y promotor que les fue consustancial dentro de la comunidad islámica, y en este sentido, se muestra indudablemente como uno de los pioneros de la tesis "pan-arabista".

Egipto es el país en el que empieza a observarse un mayor índice de calidad y cantidad en este renacer de la literatura. A ello contribuye parcialmente el gran impulso que adquiere el periodismo, hecho en el que intervienen poderosamente individuos sirio-libaneses emigrados a Alejandría y El Cairo antes los terribles momentos de persecución social de diversa índole por los que pasa su país. Se fundan por entonces destacados órganos de prensa egipcios, como los diarios al-Ahrām –fundado en 1875- y al-Muqattam -1899- o la revista al-Hilāl -1892-.

Actúan aún algunas figuras que, cronológicamente, están bastante enlazadas a época anterior, como la poetisa ‛Ā’iša al-Tamūriyya (1840-1902) –una de las muestras de sensibilidad femenina árabe reflejándose en la moderna literatura-, Muhammad ‛Utmān Galāl (1829-1898) –extraordinario adaptador de Molière también el lengua dialectal- y el poeta Mahmūd Sāmī al-Bārūdī (1839-1904), en quien quiere verse al pionero de la poesía árabe moderna.

Sin embargo, las principales figuras son las pertenecientes a generaciones posteriores. En el género prosístico destacan éstas fundamentales: Muhammad al-Muwaylihī (1868-1930) que ha alcanzado especialmente notoriedad por una obra: Hadīt ‛Īsà b. Hišām aw-fatra min al-Zamān; y Mustafà Luftī al-Manfalūtī, autor sobre todo de recopilaciones de ensayos sociales y de narraciones, originales o adaptadas del francés. Consumado estilista, en el que la prosa árabe se va orientando ya hacia formas más actuales de expresión. Ambos junto con Yiryī Zaydān, forman un grupo brillante. Este último es cultivador de la novela histórica en la que las referencias al tema andalusí son bastante frecuentes.

Personalidad en verdad curiosa y no exenta de ciertos rasgos que permiten una semblanza de curiosos contrastes es la del "revolucionario periodista" Ya‛qūb Sannū‛a (1839-1912), egipcio de origen judío, que popularizó el nombre de Abū-Nazzāra. Evidentemente es un mordaz y festivo crítico social, tanto del menudo detalle cotidiano como de la elevada empresa oficial, y tal labor picajosa acertó a desarrollarla asimismo, como afortunado adaptador sin grandes complicaciones, en el inicial ámbito teatral de su país.

Esta preeminencia de Egipto en la producción literaria se concreta aún más claramente en el terreno de lo lírico, y en la obra de tres poetas que forman una auténtica generación-puente de gran significado, principalísimamente uno de ellos: el egipcio Ahmad Šawqī, de tendencia egipcio-nacionalista acusada, su país natal es el principal destinatario de sus cantos. Con él escala su cumbre y rotunda perfección formal la lírica de corte neoclásico. De su estancia en España, durante la I Guerra Mundial, ha quedado en su obra la consecuencia de interesantes páginas en las que se materializa la esperada reconstrucción arqueológica, lírico-fastuosa, del pasado andalusí. La poesía árabe recupera el fastuoso brocado de sus mejores tiempos, su esplendidez, su soberbia arquitectura metafórica y léxica. También, toda la servidumbre de una lírica con tan enorme supremacía de lo formal. La mayor parte de su obra poética se recoge en un diván en cuatro tomos: las Šawqiyyāt. Su aliento poético quedó también reflejado en el teatro. Es autor de varios dramas en verso, en los que de alguna manera intenta parcialmente adaptar el tipo de drama lírico francés del siglo XVII incorporando asimismo modificaciones dramáticas. Maŷnūn Laylà y La princesa de al-Andalus son, a este respecto, sus obras más significativas.

Hāfiz Ibrāhīm (1871-1932) es la segunda figura del momento, aunque su lírica está un poco más teñida de sentimiento y humanismo, hasta brindar una curiosa preocupación temática por las gentes humildes. Su egipcianismo es también evidente, hasta materializarse en el sobrenombre con que se le distinguió: "Poeta del Nilo".

La tercera figura es la del "Poeta de los dos países", el cristiano Jalīl Mutrān (1870-1949), aunque nació en Baalbek, fue prácticamente egipcio de existencia lo que le permitió asistir y participar en los nuevos derroteros que la poesía egipcia iniciara e influir muy directamente en la obra de algunos poetas posteriores destacados que llegan a tenerlo como una especie de padre espiritual. Afortunado adaptador de Shakespeare al árabe y escarceador también en lo que puede considerarse preludios del "verso libre" en la lírica neo-árabe, su poesía ofrece curiosas facetas novedosas temático-formales, como su proclividad hacia lo social y la dramatización.

Lo cierto es que esta generación puente influyen poderosísimamente en toda la lírica, tanto coetánea como inmediata y posterior. Prácticamente, muy pocos poetas de la tendencia de Šawqī se ven libre, en una u otra medida, de su influjo y, con seguridad, éste es dominante tanto fuera con dentro de su país. Alguno de sus seguidores desarrolla más amplia y ocasionalmente algún aspecto temático especial: caso de Ahmad Muharram (1872-1945) en una "semi-epopeya" religiosa como la Ilíada islámica, cuyo protagonista es el propio Muhammad. En ‛Alī al-Ŷārim (1881-1949) es habitual la fusión un tanto indiscriminada y radicalmente emocional de elementos islámicos y árabes ambientados en variados contextos históricos, entre ellos el andalusí.

Sin embargo, de hecho, en Egipto se ha producido también una importante reacción anti-šawqí, ya desde los años inmediatos anteriores a la primera Gran Guerra. Acaudillada por los poetas afiliados a la llamada Escuela del Diván, que plantean la cuestión en tonos muy violentos y radicales.

Al mismo tiempo, en Egipto actúa también una amplia serie de ensayistas –armónico acoplamiento de periodistas de garra, intelectuales de su tiempo y universitarios inquietos- que proporcionan un espléndido empuje a la prosa árabe moderna y se van erigiendo al tiempo en auténticos "maestros de pensar". Quizá la figura más representativa sea la del modernista liberal Ahmad Lutfī al-Sayyid (1872-1963), espíritu mediterráneo donde los haya en la calidad equilibrada de su arquitectura mental y de su exposición terminológica, gran teorizador de la "nacionalidad egipcia" y maestro parcial de varias generaciones que consiguió imprimir una línea determinada de actuación a la moderna universidad egipcia.

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