viernes, 29 de febrero de 2008

La Nahda en la literatura árabe

La literatura árabe, según recoge Martínez Montávez (1985), experimenta un primer despegue y desarrollo de relativa consideración circunstancial durante la segunda mitad del siglo XIX. La labor conjunta de producción es bastante más extensa e intensa que en la etapa anterior, y los nombres individuales, asimismo, ofrecen un mayor interés. Y aunque se siga moviendo por cauces predominantemente tradicionales es posible advertir algunos síntomas de novedad, modificación e intensificación.

Sincrónica y armónicamente, el momento es favorable para el incremento de la presencia política occidental en el mundo árabe. Comienza la Nahda. El desarrollo cultural general que se experimenta durante todos estos años es sumamente notable, al igual que ocurre en Egipto. Destaca la fundación de universidades y otros organismos superiores de cultura, creación de bibliotecas y desarrollo de la prensa. Ésta última experimenta su primer desarrollo inicial de cierta consideración, y ello repercute muy directa y positivamente en la labor literaria. Esta implicación de la labor periodística decimonónica condiciona o interviene activamente en algunos de los caracteres principales de la literatura árabe de la época, y su participación es eficaz y destaca en la promoción de toda una lengua moderna. De estos momentos se está intentando la consecución de una lengua clásica –sí- en lo fundamental, pero que pueda ser vehículo cualificativo de expresión literaria y al mismo tiempo de eficaz entendimiento social a todos los niveles.

El correr de los siglos, y la expansión del Islam en un amplio marco geográfico modificó de modo notorio la situación hasta el punto de que el árabe escrito, leído en voz alta, era ya en el siglo XIX incomprensible para los analfabetos, la mayoría de la población, y los dialectos locales diferían tanto entre sí que los habitantes arabófonos de regiones muy distantes eran y son incapaces de entenderse. La situación lingüística del mundo árabe presentaba, y sigue presentando, cierta semejanza con lo que debió ser la Romania en la Alta Edad Media, en que el latín era utilizado como lengua escrita mientras la lengua hablada estaba representada por las nacientes lenguas romances (Juan Vernet, 1968:167y ss.).

Al mismo tiempo, esta implicación de literatura y prensa ha contribuido también, indudablemente, para incrementar el desarrollo de un género tan "moderno" como el ensayo, que en la literatura árabe además podía contar con algunos curiosos precedentes parciales –especialmente en ciertos aspectos de la literatura de adab-, y para fomentar así mismo la evidente intención pedagógica o educativa que tiene la literatura de estos tiempos. Gran experiencia ésta que conoce la lengua árabe moderna, que ha de hacerse vehículo conveniente de manifestación, desterrando su seco y rigorista anquilosamiento para los nuevos hechos y estímulos de una época que se le impone, e impone su ritmo peculiar, sus nuevas categorías mentales y sus distintas formas de existencia.

Este renacimiento se desarrolla fundamentalmente en Egipto y Siria-Líbano, adquiriendo especialmente en la primera zona una dimensión científica y en la segunda, literaria.

En la zona libanesa merecen mención: Nāsīf al-Ŷāziŷī (1800-1871) y Butrus al-Bustānī (1819-1883), excelentes representantes de la gran participación que el elemento cristiano adquiere en toda esta promoción de la cultura neo-árabe. Los dos son grandes filólogos y resucitadores de la lengua clásica.
Desde muy temprana época del reinado de Muhammad ‛Alī, misiones escolares egipcias van a Europa, y especialmente a Francia, con objetivos culturales, contribuyendo así a la promoción del país y al despegue intelectual de una élite burguesa, muy diversificada y peculiar, que se concreta, y logra dar con el tiempo una tónica peculiar y muy curiosa al orden social, en líneas generales, del país.

Uno de los miembros de la primera, Rifā‛a al-Tahtāwī (1801-1873), figura capital de toda la historia cultural egipcia del siglo XIX. Como literato, es autor prolífico, especialmente mencionable por su deliciosa relación de viaje a Francia, uno de los documentos más curiosos de la literatura árabe moderna. Este relato de viaje de al-Tahtāwī ha desempeñado un papel de gran importancia en la evolución de la novela árabe, y abierto la vía a narradores como ‛Alī Mubārak (1823-1893) y al-Muwaylihī.

Otra destacada figura literaria de esta época primera es Ahmad Fāris al-Šidyāq (1804-1887). Gran viajero, fundador de un importante periódico en lengua árabe en Estambul, notable lexicógrafo asimismo, es escritor que reúne frecuentemente desbordante e irónica imaginación e indudable y aguda intención social y reformista. En este último aspecto se presenta como uno de los más importantes autores de la primera época y maestro de generaciones siguientes, con el planteamiento ya de de problemas urgentes y vidriosos dentro de la sociedad islámica.

En la poesía de la época son prácticamente inapreciables los auténticos intentos de renovación. Hay el decidido propósito de conseguir una poesía clásica y que en los grandes maestros de la época ‛abbāsí de fija sus supremos modelos y paradigmas. Hay también, en ocasiones, ciertos indicios de novedad temática, y hasta el ligero atisbo de la superficial influencia de algunos movimientos occidentales. En este sentido, figura representativa de la época es la del sirio Fransīs Marrāš (1835-1874), espíritu inquieto dado a la introspección metafísica y a la meditación romántica sobre las cosas. Compuso moaxajas, y residió algún tiempo en país. Se le puede considerar, en conjunto, como uno de los adelantados de ese sentimiento árabe de inquietud de los tiempos modernos.

Quizá el poeta más importante del Irak en esta época sea ‛Abd al-Gaffār al-Ajras (m. 1873), especialmente dotado para las composiciones de corte tradicional, panegíricas o de circunstancias sociales.

Curiosa es la personalidad del emir argelino ‛Abd al-Qādir (1807-1883), que en algunas de sus poesías nos traen el eco temático y sentimental de atávicos anhelos beduinos.

Adīb Ishāq (1856-1885), sirio de nacimiento, pasó algún tiempo en Paris. Escritor de talante político-social especialmente, uno de los primeros espíritus rebeldes y revolucionarios del pensamiento árabe moderno, se puede encontrar ya en su obra algunos de los temas que luego serán tópicos y constantes a lo largo de todo el desarrollo de las letras neo-árabes, como, por ejemplo, la reflexión sobre la unidad árabe.

El mequí afincado en Egipto ‛Abd-Allāh Fiar (1834-1889) es otra figura notable de la vida literario-política de la época. Cabe citar también a los tunecinos Mahmūd Qābādū (m. 1871) y al-Mas‛ūdī (1811-1880) y al marroquí Muhammad al-Marrākušī (m. 1877).

Uno de los elementos claves en el despertar cultural egipcio e íntimamente ligado a las misiones escolares fue el movimiento de traducción de obras técnicas y de pensamiento occidental al árabe. Hacia 1834-1835 empiezan a crearse instituciones relacionadas con la versión de textos. En el periodo de Muhammad ‘Alī se tradujeron 412 obras, de ellas 135 de ciencias y 191 de artes militares, siendo el Estado el verdadero mecenas. Aparecen las primeras imprentas gubernamentales en 1820-1822, como la de Bulaq, y la prensa egipcia que comienza con la creación del Diario Oficial en 1828. Merece la pena señalar otro rasgo distintivo del Egipto de tiempos de Muhammad ‘Alī y que contribuyó a elevar su nivel de cultura: el de tierra de asilo privilegiada para exiliados del Imperio Otomano y de otras tierras (López García, 1997:52).

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